La CIA compró sus trucos a un mago

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Antes de que la CIA inventase puros explosivos para matar a y de que el novelista británico Ian Fleming crease a , los grandes magos fascinaban a la comunidad de inteligencia con las posibilidades que ofrecían sus talentos en la guerra fría. Uno de los más famosos del momento, John Mullholland, llegó a escribirle para la CIA un manual clasificado que ahora ve la luz.
El ‘Manual Oficial de Trucos y Engaños de la CIA’ no debía haber salido nunca de la manga de sus magos oficiales, que en 1973 ordenaron la destrucción de todos los ejemplares existentes. Uno de ellos se salvó de la quema y ahora se reedita comercialmente. Los hombres que lo han hecho posible tienen tras sus espaldas una larga andadura de documentar la historia del espionaje. Por eso Keith Melto y han podido convencer a la Agencia Central de Inteligencia para desclasificarlo.
««La magia y el espionaje son espíritus gemelos»», sentencia en el prólogo el ex director de la CIA John McLaughlin. ««Las enseñanzas de Mullholland para deslizar pastillas, pociones y polvos son sólo un ejemplo de la investigación que se llevaba a cabo entonces en campos tan diversos como la psicología paranormal o el lavado de cerebro»».
Era la época en la que si los soviéticos inventaban un cigarrillo que disparaba balas de cianuro, los estadounidenses contraatacaban con un binocular enmascarado que lanzaba dardos envenenados.
Observador
Mullholland no era un científico, sino un mago que había aprendido sus trucos a fuerza de observar a la gente común y corriente, y ésa es la sabiduría que transmitió en su manual. ««En el momento en que el artista vea a un espectador coger un cigarro, un puro o una pipa, debe acercarse diligentemente a por la caja de cerillas que tenga en la chaqueta, rasgar una, aguantar el paquete y encenderla inmediatamente frente a él para ofrecerle fuego»», escribió. ««Estas cosas hay que hacerlas abiertamente porque sólo puede ser visto como un gesto cortés y amistoso»».
Así habrá encontrado una cobertura física para lo que quiera introducir en la caja de cerillas, pero también psicológica, porque el espectador estará deslumbrado por la amabilidad de su gesto. Un simple alfiler, la uña o un anillo afilado bastarán para deslizar la cápsula sobre la copa en el momento más oportuno.
««La mano no es más rápida que el ojo»», advierte el mago que desnudó su magia a la CIA por 3.000 dólares -2.000 euros- de hace medio siglo. ««Para que un truco sea bueno debe estar basado en una idea muy simple. Cuanto más relajados estén los músculos faciales y los ojos fuera de foco, mayor será el efecto. Hacer estas cosas a medias sólo demuestra falta de atención o desinterés»», amonestó.
Técnicas de una delicadeza que despiertan la añoranza de otros tiempos, en los que la elegancia y la astucia sustituían a las torturas de Guantánamo. Un argumento que parece haber convencido a la CIA para desclasificar los documentos que le sacarán brillo al romanticismo del espionaje.

  • (telegraph.co.uk)

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