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¡Cacao pal mono! – 1

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Dijo Albert Camus que hay dos tipos de inteligencia, la lista y la tonta.

La lista sirve para comprender, prevenir y remediar. La tonta para deplorar lo que se entiende a medias y crear falsas expectativas.

Si extrapolamos estos argumentos al mundillo mágico creo sinceramente que recurrimos más a la “tonta» que a la “lista».

Me explico: no creo que haya ningún otro arte con tanta dosis de autocomplacencia, autobombo y pavoneo por parte de quienes lo ejecutan como el arte mágico.
Es una disciplina en la que se pierde el norte con facilidad pasmosa por falta de autocrítica seria y constructiva (nos valoramos con la “tonta» no con la “lista»).

Veo con pasmo la ansiedad por adueñarse de la palabra arte, en relación a la magia que uno practica, sea de la disciplina que sea.

La utilización inocua, por supuesto (gracias Arturo), de la palabra arte por parte del mago es lícita en cuanto a meta a conseguir, pero su uso en nuestro círculo me parece de una presunción que linda el despropósito.

Cada día soy más de la opinión que la coordenada que realmente marca la diferencia entre “mago» y “artista-mago», es la personalidad del ejecutante.
Nunca podré estar de acuerdo en valorar como artista (en su más amplio sentido) a una persona que con esfuerzo consiga realizar un efecto por difícil que sea en base a un aprendizaje, a esto señores no se le llama arte, se llama tesón y tiene sus bases fisiológicas para explicarlo.

Y precisamente esta dicotomía de plantearte “Cada día soy mejor (mago, naturalmente, no artista) pero no se que me falta”¦.» Es el origen de las depresiones por insatisfacción que todo mago autocritico serio y profundo debería tener (he dicho bien: debería tener), para entender un poco más el arte.

Tengamos en cuenta a Chejov: “Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás enseñar».

TONI LOOSER

AMIC –

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