Segundas Impresiones (Kenton Knepper)

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Este artículo de Kenton Knepper fue traducido y es publicado con permiso del autor y

Recientemente un amigo del Reino Unido me envió un link a un vídeo de una sátira política «Stay with me», que tiene un poco de magia y mentalismo como podrán ver. Este video-sátira ha tenído muchas críticas y ya había sido visto más de 900 veces cuando lo vi por primera vez.

Pero la sátira sonaba familiar. La audiencia reía aunque el video era sobre un niño actuando en su alcoba.

Luego me esforcé un poco más para leer la letra chica. Resulta ser que el chico estaba haciendo lip-synching sobre otro audio. La letra chica era un link al video original. Creí que se veía como otra actuación hecha en un programa de Estados Unidos llamado «Saturday Night Live».


Decidí ver el video original. Era así. El chico estaba emulando a alguien más. El chico emulaba a alguien que a su vez emulaba a un tercero.

Aquí está la parte interesante. El trabajo original tenía menos de 100 visitas mientras la versión del chico tiene ahora más de 1000 visitas.

Me encantaría poder decir que ésto no es una metáfora para trabajos de magia y mentalismo, pero en realidad es una buena comparación. Me encantaría poder decir de que los críticos son más como yo y siempre van en busca de la verdadera historia y ven la verdadera actuación. Me encantaría poder decir que los críticos defienden las piezas originales más que dejarse llevar por meras copias y sacarle el mérito a las obras originales. Me encantaría poder decirlo, pero frecuentemente es en realidad lo opuesto. Quisiera decirles que la originalidad hace la diferencia en las actuaciones reales, y que las personificaciones se ven empalidecidas al lado del original. Pero no puedo decir que éste sea el caso cuando veo alrededor las personificaciones de trabajos originales.

Todavía creo que un artista debería abrazar una versión única y original y quedarse con ella hasta que el público pueda admirarla. Pero si quieres atraer a la gente como rebaño quizás la mejor idea es hacer imitaciones como forma de llegar al éxito.

Si esto te enoja, puede que seas un artista, si aceptas que ésta es la llave que estabas buscando para volverte un artista exitoso, quizás seas un actor sagaz en búsqueda de notoriedad.

A los artistas no les importa. A ellos les interesa lo que ellos hacen. Les importan las sugerencias que les ayuden a llegar a la psiquis de su audiencia. Los artistas imponen un mensaje. Pueden no ser maestros en lo que hacen, pero cambian la manera de percibir las cosas. Logran pocos seguidores. Y quizás hagan poco dinero también.

Los imitadores imitan personas exitosas, y les importa más el éxito que cualquier otra cosa. Dejan mensajes sólo si creen que impresionarán al rebaño. Dicen cosas que importan si eso significa más dinero o más popularidad. Tranquilamente les robarán cosas a artistas sin siquiera reparar en darles el crédito. Es más importante hacer dinero que hacer una diferencia real.

El público envía avalanchas de e-mails para apoyar a los imitadores, por lo que naturalmente los imitadores se sienten muy justificados en su labor. Los originadores pueden o no recibir el crédito, lograr una pequeña nota al pie o una letra pequeña muchas veces ignorada.

Ningún artista es un santo y ningún imitador logra serlo sin ningún mérito. Cada uno hace sus propias contribuciones y logra sus propias versiones de éxito. Los imitadores duermen tranquilos a la noche, porque pueden afrontar hacerlo. Los artistas pueden no dormir bien, pensando que el éxito de algunos es debido a que no pudieron explotar su propio arte de una manera eficaz. Los imitadores reciben el crédito por la creación que robaron de un artista que ahora es ignorado. Ellos y su público creen que se merecen algo de crédito. Pero para los imitadores es «simplemente justo».

Es en esta zona desconocida de la existencia conde nos encontramos en este momento.

La única manera en la que podemos despertar de este trance extraño es si rehuimos de ser hipnotizados por los imitadores.

Observen los viejos catálogos mágicos del siglo pasado. 1980 parece tan lejano a las costumbres actuales que lo que era popular en ese entonces toma ahora un nuevo nombre.
Las personas actuales le dan nombres que lo identifican con sus supuestas creaciones, aunque lo hayan comprado originalmente por 5 dólares en una tienda de magia cuando tenían 10 años.
Pero la gente no sabe eso, sólo ellos y unos pocos profesionales lo saben.
E incluso los profesionales están demasiado ocupados con sus propias actuaciones como para delatar un hecho de este tipo.

Yo no soy perfecto y todos extrañamos los créditos o saludos apropiados a los artistas de tanto en cuando. No hablo de eso. El último párrafo era una referencia al «Mago de Oz» por ejemplo. Mi preocupación es la terrible popularidad de falsos imitadores, eso me alarma. Esto no debería ser una tendencia. No deberíamos aportar nuestra parte de adoración ciega sin revisar ciertos hechos primero. Deberíamos pensar sobre cómo es el arte o la creación original y cómo se relaciona con los shows actuales.

¿Por qué pienso que esas cosas deberían ser importantes? Porque no me gusta ser parte del rebaño.

Si tampoco lo quieres ser, rompamos la mentalidad actual y volvamos a ser artistas originales que además podamos ser exitosos. Eso retará la manera en la que el vulgo se desplaza a través de nuestro paisaje mágico.

Si no, mejor retirémonos a las montañas

Kenton Knepper (kenton@online-visions.com)

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