Sacando esperanza de un sombrero

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La pareja conjura un mundo mejor como Magos Sin Fronteras

El mago oriundo de Vermont, Tom Verner, no sabe el idioma nativo de Shutka, Macedonia. Pero cuando una mujer pobre le dio una moneda de 5 dinares, supo exactamente lo que ella quería. Cinco años atrás, Verner había ido a Europa del Este donde se encontró con un reporte de noticias sobre los refugiados de la guerra de Kosovo. Consternado y curioso, el sexagenario, residente de Lincoln, decidió verlo por sí mismo. «Había leído mucho sobre cuán terribles eran las vidas de estas personas», recuerda. «Ellos literalmente hacían sus hogares en los basureros.»
Ese es el por qué la mujer, presionando la moneda en la palma de Verner, le hizo un gesto para que haga más. Entonces él cerró su mano, luego la abrió e hizo aparecer una moneda de 50 dinares que multiplicó por diez lo que ella tenía.
Su sonrisa dijo todo lo que ella no podía decir.

De regreso a Vermont, Verner se inspiró para hacer Magos Sin Fronteras, una organización sin fines de lucro para servir en campos de refugiados, orfanatos, escuelas y hospitales a nivel mundial.

El y su esposa, Janet Fredericks, viajando hasta 6 meses por año, han actuado en Europa (Bosnia, Croacia, Serbia y Ucrania, como también para el Papa Juan Pablo II en el Vaticano), África (Etiopía, Sudán y Uganda), Asia (Bangladesh, Burma, India y Tailandia) y las Américas (El Salvador, Haití y el sur de Estados Unidos que fue atacado por el huracán Katrina).

Los escépticos que creen que lo han visto todo pensarán que esto es sólo prestidigitación. Pero para las personas que han pasado su vida en el mismo lugar estancado, significa risa, sorpresa y escape.

«La gente no sabe que hay 20 millones de refugiados en el mundo y que han vivido en campos por décadas,» dice Verner. «La magia puede despertar esperanza y sueños. La magia hace parecer posible lo imposible.»

El espíritu de Houdini

Verner creció como nómade. Nacido en un pueblo de irlandeses católicos y mineros en Pennsylvania, abandonó la casa de sus padres a los 13 años para vivir en un monasterio en Nueva York. A los 20 años, se unió a los cuerpos de paz para enseñar inglés en Irán. a los 22, retornó a los Estados Unidos para estudiar psicología clínica y trabajó en un centro de rehabilitación de alcohol y drogas en Hartford, Connecticut.

Un adicto siempre tenía algo bajo la manga. «Era un mago increíble,» recuerda Verner. «Le rogué por años que me enseñara algo.» Finalmente, el adicto le mostró cómo se hacía la caída francesa (french drop). «Tomas una moneda y la pones en tu mano», muestra Verner, «y después sólo la agitas y la haces desaparecer.»

Verner armó su bolso de trucos, de hecho la vieja valija de su hermano, mientras se mudaba a Vermont a convertirse en profesor de psicología en el Burlington College en 1979. Pero no comenzó su trabajo humanitario hasta su viaje a Europa del Este en el otoño del 2001.

Verner, con la ayuda del Alto Comisionado de Refugiados de las Naciones Unidas, realizó 15 shows para más de 2.000 refugiados en Kosovo y Macedonia. En su primera parada, una niña de 5 años llamada Fátima se ofreció de voluntaria. Ella fue ovacionada. Luego, justo antes de que Verner tuviese que partir, ella desapareció.
El mago la encontró luego, escondida en la parte de atrás de su auto.

Verner recordó a otro refugiado, Harry Houdini, que una vez escribió en su diario: «A veces siento que cuando estoy atrapado por sogas, cadenas y candados y escapo de mi situación imposible, puedo inspirar esperanza a gente para que también pueda escapar de su situación imposible.»

De regreso a Vermont, Verner finalizó su año académico ganando un premio facultativo. Aunque su mente estaba en otro lado. Decidió tomarse un respiro en la enseñanza full-time y formar el equivalente con magos a Médicos sin Fronteras, la organización mundial de sanidad que ganó el premio Nobel de la paz en 1999.

¿Truco o trato?

Verner le da crédito al alto comisionado para refugiados de las Naciones Unidas por programar, albergar, transportar y traducir en el proyecto. La agencia con base en Génova publicita a los Magos Sin Fronteras en su sitio de internet www.unhcr.org

Verner también encuentra asistencia cerca de su casa. Actuando en Europa de este, descubrió que necesitaba algo que distrajera al público mientras se preparaba para el show. Pronto su mujer, una artista visual y compañera de la Burlington College, salió al escenario con un girasol en su sombrero y se autoproclamó como mimo llamándose «La Fleur».

Refugiados vistiendo trapos o saris miran atónitos a Fredericks hacer burbujas de jabón, que para muchos ya es una magia en sí misma, antes de que su esposo (un hombre muy alto, muy blanco y con mucha barba) abra su maletín lleno de pañuelos de seda, bolas de esponja y aros de acero.

Cada parada tiene su historia. Tomemos a India por ejemplo, el primer lugar al que fue Verner luego de formar Magos Sin Fronteras. El país está lleno de visiones de Buda, dioses hindúes y encantadores de serpientes en las calles. Pero Verner conoce su contracara: su hija por adopción Mira, vivió en un orfanato hasta su primer año.

En el 2003, el padre y su ya crecida hija volaron a su lugar de nacimiento para actuar. De regreso con Fredericks en el 2004, Verner entretuvo a niños de la misión de caridad de la Madre Teresa y a jóvenes rescatados del comercio sexual. Ese día de acción de gracias visitaron la casa para jóvenes con capacidades diferentes más grande de la India aún sin la aprobación de la directora. Verner recuerda que ella le decía: «No creo que ellos entiendan». Luego ella vio el show. «Cuándo puedes volver?» le preguntó.

Otros sin embargo, confunden magia con brujería. Algunos, del Ejército de Liberación Popular de Sudan, pensaron que semejante brujería causó que un helicóptero de estrellara y matara al vicepresidente el año pasado.
«A veces debemos explicarles a los más ancianos algunos de los trucos, particularmente en África, así saben que es sólo un truco,» dice Fredericks. «Y Janet debe salir a hacerlos reir para que la magia se haga en un clima de diversión.» agrega Verner.

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