Tras la cortina mágica
Notorio ilusionista y escritor examina algunos trucos clásicos de humo y espejos de los dos últimos siglos
La delgadez de la colección de ensayos de Jim Steinmeyer, «Arte y artificio», contrasta con la elegante virtuosidad y el valor de la información que contiene el libro. Steinmeyer ha construido una reputación como uno de los grandes innovadores de la magia moderna, traduciendo su pasión por su historia en ilusiones realizadas por magos desde David Copperfield a Doug Henning.
Lanzado por primera vez en 1998 en una pequeña presentación hecha por Hahne, «Arte y artificio» estuvo agotado por algún tiempo. Los fans de otros trabajos de Steinmeyer, incluyendo «Hiding an elephant» y «The Magic Of Alan Wakeling» ya pueden finalizar su travesía en busca de una copia del libro.
Para aquellos a quienes les intrigan los mundos de fantasía creados en el escenario durante los últimos dos siglos, «Arte y artificio» devela las personalidades, innovaciones técnicas y obsesiones que se combinaron para lograr que la audiencia se maravillara.
La colección de Steinmeyer sacia el apetito por la magia de escenario mientras profundiza la apreciación del lector por la energía creativa y la ejecución técnica del ilusionista.
El primer ensayo cuenta la historia del mago norteamericano Steel MacKay. La carrera de MacKay comenzó en Nueva York y para finales del siglo 19 ya había florecido como un maestro del espectáculo. La inteligencia teatral y la creatividad de MacKay reviven con la descripción de lo que debe haber sido su momento cúlmine: una gran recreación de la llegada de Colón al nuevo mundo en la feria mundial de Chicago en 1893. Para Steinmeyer, MacKay (un hombre cuyo extremos pueden ser fácilmente parodiados), deviene en un personaje trágico con una brillantez y exhuberancia que iba en desmedro de toda sensación de practicidad.
Los ensayos dedicados al acto de desaparición de un burro de Charles Morritt evocan el suspenso de una novela de misterio. Steinmeyer describe las peripecias por las que pasó Morritt para lograrlo: «Pero cuando Morritt puso su atención en el uso de espejos, los resultados fueron dignos de una alquimia. Su mujer, Adelaide, contó que Morritt solía irse a dormir con espejos bajo su almohada. En su cama disponía los espejos de diversas maneras ”˜en un esfuerzo por descubrir algo nuevo”™. Lo que descubrió no fueron principios de geometría sino de insight».
Las historias de Steinmeyer sobre efectos específicos o períodos de energía creativa in las vidas de estos maestros del pasado, se leen como rememoraciones de viejos amigos.
Para que un truco mágico logre la reacción deseada, los miembros de la audiencia deben estar dispuestos a olvidar el descreimiento, ser cómplices del secreto de la ilusión. Steinmeyer evoca el intento del artista para lograr el método perfecto en su ensayo cuando nombra al ilusionista del siglo 20 David Devant y su truco, «The Mascot Moth», en el que una mujer desaparece instantáneamente del centro del escenario. Steinmeyer recrea sus esfuerzos conjuntos con el mago canadiense Doug Henning y un intrépido grupo de técnicos, para recrear el acto de las notas de Devant.
La ilusión se presentó por primera vez en 1905 en el teatro londinense de Maskelyne and Devat. Como buscadores de tesoros siguiendo un mapa, los sucesores de Devant incansablemente construyen el aparataje necesario y evalúan el trabajo desde todos los ángulos.
«Como siempre ocrure con Devant, cuya filosifía y entendimiento eran tan claros y accesibles, la evolución de «The Mascot Moth» es engañosa en su poesía. La historia del sueño de un hechicero guarda el cuidadoso trabajo de un ilusionista. «The Mascot Moth» fue el punto final de una evolución.»
Cuando el hechicero se extiende para abrazarla, la mujer desaparece en una cortina de humo. El lector contempla, no con sorpresa sino anonadado, la coordinación perfecta de varios elementos complicados.
La excitación de leer semejante acontecimiento yace no sólo en el placer de ser partícipe de un secreto, sino también en la ingenuidad cautivadora detrás de su creación.
El ensayo «Arte y Artificio» trata no sólo las historias de éxito y fracaso de magos, sino también la impredecible recepción del público a los actos. Steinmeyer lo dice mejor: «El secreto era tan maravilloso como el resultado en el escenario, e incluso más. No hay vergüenza ni ironía en eso; hay arte tras la habilidad de hacer a la audiencia aplaudir con entusiasmo. Este hecho puede yacer en cosas intangibles o en los secretos, la sincronización de un equipo, la solución a un imposible, devenido en algo simple, en maquinarias confiables. Hay complicidades en estos objetos que no se pueden explicar y que raramente se pueden apreciar.»
Steinmeyer brinda a su audiencia la chance de ver tras la cortina y debajo del escenario. Uno no puede dejar de maravillarse ante esto.
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