Ser Mago II (Segunda parte)

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(Nota: Este segundo ensayo acerca de “Ser Mago» es bastante largo y tiene una densidad de ideas importante, por lo tanto lo hemos dividido para invitar a una reflexión más amplia y enfocada en los diferentes puntos que se tocan a lo largo del mismo. )

Entretenido (y no necesariamente divertido).

La verdad es que me encantan los Aros Chinos. Me encantan porque vi a Johnatan Neal Brown hacer una rutina de dos aros que es increíble (lo vi en video y en vivo dos veces) después de la que literalmente no se puede parar de aplaudir. Y también me gustó la rutina de D.Copperfield de uno de sus primeros especiales. Y en rigor de verdad, la rutina de aros de Mirko es bárbara y tiene un gran potencial sobre el que trabajar.

Pero la gran verdad, es que he visto miles de rutinas de Aros Chinos. En videos, en campeonatos, en vivo, hechas musical, habladas, con humor o serias, con historia o sin ella, con ocho aros, con seis, con tres y con dos. He visto originales, copias, copias de copias, y así hasta el infinito. Y salvo en los casos que mencioné y algún otro, en todas las demás oportunidades en que vi hacer los Aros Chinos me aburrí como loco, me fastidié, y estuve a punto de salir corriendo a cualquier otro lugar, lejos del mago, de los aros, y del ruidito a metal de mala calidad que algunos hacen.

Primero, si vas a hacer una rutina de aros, compra un juego de aros de primera calidad. Que cuando choquen hagan sonar música en los oídos, y no un ruido insoportable. Que estén cromados como corresponde, y que sean de un tamaño considerable teniendo en cuenta el espacio y el lugar en el que vas a trabajar.

Hay miles de pases maravillosos para hacer con los aros, y la tendencia es a aprenderlos todos y a meterlos todos en la rutina. Todos. Cada uno de los pases aprendidos, aquí y allá, terminan formando parte de una rutina que bien podría llamarse un show completo de aros.

No sé qué les pasa a los magos, que una vez que aprenden a usar el Topit, tiran adentro las bolas, las monedas, los cubiletes con las cargas, las cartas, el maletín y la mesa, creyendo a lo mejor que es entretenido para el público y que nadie se da cuenta que hay una bolsa de consorcio dentro del saco en la que el mago tira todo lo que encuentra.

Uno hace cubiletes, y realiza todos los movimientos que existen en el mundo y en la historia del juego más viejo del universo.

Uno hace rutina con sogas que dura una hora y media de pases y movimientos, y cortes, y recomposiciones. La tijera se engancha de nuevo, y otra vez la cuerda no tiene puntas y es un círculo sin fin, y ahora las puntas están en el medio, y el medio en las puntas, y la tijera y el nudo, y el revólver que le dispara al nudo, para anudar de vuelta y vamos de nuevo.

El tipo tiene setenta billeteras para guardar veinte pesos, una cédula y dos tarjetas de crédito. Ya no se sabe de dónde las saca.

El otro hizo aparecer cuarenta ases, y ahora está empezando con los reyes, que prometen ser más de cien. Y ahora los dorsos cambian de color. ¡Qué lindo!

De verdad no puedo creer que nadie se dé cuenta del embole (no sé cómo ser suficientemente gráfico) que el pobre público tiene que soportar mientras el mago se vanagloria de todo lo que ha leído, aprendido, comprado y copiado. Y de todo lo que sabe de magia.

ENTRETENIDO significa que el show como un todo, y cada pequeño fragmento que lo integra por separado, deben estar creados, diseñados, construidos y presentados teniendo en cuenta que la gente quiere pasar un momento de relajación y disfrute.

Así como cuando come con amigos, o cuando juega al fútbol el sábado a la tarde, o cuando va al cine a ver una comedia, durante el show de magia el público quiere y agradece que el tiempo se vaya volando, que cuando el mago termine con su show nadie haya ni siquiera mirado de reojo la hora. Que nadie tenga un momento para pensar en servirse un vaso de bebida o para hablar por teléfono.

Y cuidado que no hablo de hacer el show a doscientos kilómetros por hora para que no haya tiempos muertos. Hablo de pensar en el entretenimiento del público, y no del mago.

Yo me pasaría horas hablando de la dada en segunda, y hasta dando en segunda, pero tengo bien en claro que el público no se lo aguanta ni dos minutos. Los boomerangs son fantásticos. Diez veces. Once. Pero ¿toda la tarde?. Las adivinaciones de palabras de diferente procedencia son asombrosas, pero fíjate qué pasa si adivinas absolutamente todos los números, los nombres y las direcciones de los tres tomos de la guía de teléfono.

Entretenido quiere decir variado, salpicado, fresco, quizás divertido, a lo mejor poético o romántico. Tal vez superficial o profundo. Pero sobre todo dinámico, desestructurado y sin solemnidad. Un poquito de una cosa, un par de minutos de la otra.

Un efecto directo e impactante con cartas, otro corto y visual con pañuelos. Uno intenso de mentalismo, otro liviano y divertido. Uno musical con ritmo, otro hablado, simpático. Uno romántico, seguido de otro flash con cartas. Un cambio de color rápido, ahora uno con un poco de desarrollo. Y si viene uno largo, que tenga sentido, que esté justificado, que tenga contenido, que varíe en los tonos, en los ritmos.

¿Vas a hacer el Dancing Cane de todas maneras?

Haz lo que quieras, pero tomate el trabajo de ver mucho. Mira (y por favor ve) todos los videos que encuentres sobre el tema, lee todos los libros con rutinas y consejos, con ideas y tips. Elige un estilo que enganche (qué recurrente) al público, o una música que tenga que ver con los movimientos o con tu estilo.

Ensaya mucho, y sobre todo, elige siete u ocho movimientos, y haz una rutina de un minuto, o uno y medio como mucho, en la que el impacto vaya in crescendo, y dentro de lo posible, que el bastón venga de alguna parte y tenga un sentido para formar parte del show, y luego de flotar vaya a algún lado coherente con lo que sucede en el número. Supongo que todos sabemos que un bastón es un accesorio de la vestimenta de los caballeros de hace muchos años, que ya pasó tremendamente de moda. Hoy en día solamente alguien que tiene dificultades para caminar usa un bastón.

¿Qué tiene que ver un bastón en el show de un mago de veintidós años, que está vestido con lo último de la moda de hoy, que habla un lenguaje ultra moderno, y cuyos demás materiales son plateados, de vidrio, y espaciales?

Te escucho: “¡Yo uso bastón en mi show porque quiero y porque me gusta! ¿Y qué?

Te respondo: Fenómeno. Las reglas están hechas para poder saltearlas. Saludos a la familia. Te paso con Coco.

Usa el sentido común (exactamente, el menos común de los sentidos).

Si encontraste un pase nuevo, elige uno viejo para sacar. Si no, cuando menos lo pienses, vas a estar haciendo una rutina de veinte minutos, y va a estar durmiendo la gente.

¿Cuánto piensas que puede tardar un ser humano más o menos sano y con un dedo de frente en darse cuenta que el bastón tiene algo especial (suponiendo que después de tres minutos no lo haya visto)?

Te contesto: Dos minutos máximo. Cuando vio por tercera vez el mismo movimiento y otro más de menor impacto que los anteriores, hace click (se desengancha de lo que pasa, se separa de la magia por un instante) y automáticamente dice “tiene tal cosa».

Sé inteligente. O por lo menos vivo.

La gente se da cuenta de todo. A veces es demasiado educada o condescendiente y no lo hace notar. Pero en un futuro cercano vas a estar haciendo los aros para ti solo, en tu casa y frente al espejo.

Lo he visto. Sucede todo el tiempo.

Uno le echa la culpa a la situación económica, al gobierno, al mago enmascarado y a las escuelas de magia.

Pero las verdaderas razones son otras, y las ven solamente los que quieren ver la verdad de las cosas. Ver la verdad es duro. Duele y molesta. Y sobre todo fastidia porque uno se da cuenta al mismo tiempo todo el trabajo que hizo para nada, y todo el trabajo que tiene por delante.

No por nada los que triunfan de verdad son tan pocos.

Con climas y cambios de ritmo y de tonos.

Casi voy a decir lo mismo que en el punto anterior. Casi.

Todos los seres humanos hemos sido brillantes en algún momento de la temprana infancia. Tuvimos miles de facetas para mostrar, infinitas muecas, tonos de voz, diferentes miradas, variados movimientos del cuerpo, y mucho más.

Las desilusiones, los miedos, los desencuentros amorosos, las mentiras, los fracasos, los golpes, el sufrimiento, han hecho bien su trabajo. Hoy en día somos un conjunto de tics. Una cosa inerte y abúlica, monotemática y monotonal, que no expresa más que con unas pocas palabras cuando una situación nos desborda.

Esta es quizás una de las cosas más complicadas para cambiar. Se me ocurre un taller de actuación y/o expresión corporal; danza, o a lo mejor una buena terapia. Y lleva años (docenas de años) cualquiera de ellas.

No es bueno que el show sea monotono. No es bueno que transcurra todo al mismo ritmo. Es necesario, para que se produzca el ansiado entretenimiento y conexión con los espectadores que el mago quiebre los momentos todo el tiempo.

En cualquier expresión artística suceden los cambios de música y de ritmo, los cambios de colores, los gritos seguidos de silencio, los llantos de risas. Nunca se llora todo el tiempo. Jamás se habla susurrando toda la hora. No hay shows de música toda igual (salvo los malos shows).

No puedo hacer un truco de cartas sobre la mesa con los cuatro ases, seguido de otro truco sobre la mesa con cuatro nueves, seguido de otro truco sobre la mesa con cuatro cincos, y todos ellos con una música o charla tan parecidas entre sí que es imposible distinguir (salvo porque el mago claramente pide un aplauso, o sonríe triunfal) cuándo terminó una cosa y empezó la otra.

Jamás se habla lento y pausado durante toda la noche. No existe la posibilidad de entretener de verdad si no transcurren diferentes emociones por mi cuerpo, y si luego no las transmito claramente al público.

Lamentablemente estas falencias no se arreglan con un tallercito de teatro. No alcanza con unas sesiones de estiramiento ni con unas clases de danza. Los cambios de verdad se consiguen con un programa prolongado e intenso y sobre todo profesional de entrenamiento corporal.

El cuerpo es una herramienta muy importante, y no sabemos usarla porque no nos han enseñado. Un cuerpo que no acompaña los textos sirve solamente para hablar por radio. Cuando el público está ahí adelante, todas las discapacidades se notan claramente. No hay mago sin emociones, sin climas, sin cambios, sin transformaciones (las de verdad). No hay conexión ni entretenimiento profesional sin quiebres, sin fintas, sin voces profundas que transmitan sentimientos verdaderos.

De verdad que no está mal no haber nacido sabiendo todo.
En serio es preferible recuperar la humildad y darse cuenta que hay mucho para aprender, que gritar y enojarse o (lo peor) negar cada cosa que no nos gusta escuchar o leer, diciendo que con la manipulación de whatever cosa alcanza y sobra. No hace falta seguir engañándonos. Hoy mismo puede ser el día en que las cosas empiecen a ser diferentes. Nunca es tarde. Y está todo bien.

Es muchísimo y dificilísimo el trabajo. Pero vale la pena.

Y uno quiere llegar lejos.

¿O no?

Nota: Este ensayo de seis páginas fue escrito íntegramente durante la primera parte de la rutina de multiplicación de bolas, dedales y cartas de un mago argentino Klinfinguer (o Klonguinfer) que ganó todo, y recorrió el mundo con su magia, y además le enseñó a Tamariz un par de pases de cartas que no conocía. Y que además se mira todo el tiempo el ombligo. Y ahora los dejo porque empieza la segunda parte de la misma rutina y me dicen que es mortal (no sé si porque es muy buena o porque dura tanto que me voy a morir antes de que termine).

(Esta es la segunda parte de este segundo ensayo acerca de Ser Mago. Nuevamente agradecemos a Jansenson por permitirnos publicar tan interesante material y Nano haberlo enviado)

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