La humildad en la magia

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¿Por qué entonces muchos de los demás magos (que nunca llegaremos ni de lejos a la genialidad de este señor) tenemos miedo de decir “eso no lo sé»? ¿Por qué en cuanto se nos pregunta sobre un tema recurrimos al “hay que hacer esto» como si poseyésemos la verdad absoluta sobre el mismo?

Porque se nota a la legua que, en general, la seguridad no es tal. Me molesta especialmente cuando leo esos grandes mensajes en los foros de Internet en los que un mago opina sobre otro, o sobre una teoría, o sobre un juego, dice cómo hay que hacer las cosas, desprecia otras alternativas, y termina su mensaje con un “o bueno, eso es mi opinión, a lo mejor no”¦». Ya sé que es su opinión, pero ¿lo sabe él? ¿o es que acaso no está seguro? ¿será la opinión de otro, robada como si de un “gag de mago» se tratase? No sé, no s锦

Los magos somos así, lo mismo creamos juegos, que teorías, que pases, que construimos una rutina, número o espectáculo, que actuamos (ya sea de cerca, de escena, en comuniones, pubs o auditorios enormes), que diseñamos nuestro sonido, o ropa, o luces, escribimos nuestros libros, nuestros guiones, vamos a cástings de televisión, creamos grupos de trabajo, presidimos sociedades mágicas, organizamos encuentros y reuniones, festivales de magia, impartimos conferencias, vendemos magia”¦ Y todo lo hacemos perfecto, sin fisuras, sin errores. Somos así de listos.

Pues no, señores. De hecho, es bastante difícil que alguien haga completamente bien todos los puntos citados. Hay magos que son geniales creativos pero mediocres intérpretes, y viceversa. Hay técnicos maravillosos que no comunican más allá del cuello de su camisa. Hay excelentes pensadores mágicos que casi nunca actúan. Hay intérpretes geniales que no saben escribir en condiciones”¦

Decía Artuto de Ascanio que él no quería que nadie se pusiese cortapisas a la hora de avanzar en magia “¿por qué no vas a llegar tú a ser tan bueno como Dai Vernon? ¿por qué no puedes ser tú mejor que Dai Vernon»”¦ Y sí, estoy de acuerdo con él”¦

Pero al mismo tiempo: Dai Vernon, Ascanio, Tamariz”¦ Por dios, es que estamos hablando de absolutos genios. No son sólo inteligentes, artistas, intuitivos”¦ son genios de la magia, como existen genios en otras artes (Picasso, Mozart, Leonardo”¦) Y genios, hay uno de vez en cuando. Cuando uno estudia música, no es realista que se ponga como objetivo ser Bach, ¿cierto? Pues en magia, todos quieren ser Juan Tamariz.

Pero la humildad tiene sus peligros. Para mí, el más claro ejemplo es Alex Elmsley, increíble genio creador, y uno de los magos más inteligentes que nunca existió. Los que le conocieron de cerca cuentan de su gran, verdadera, modestia (está de más decir que la cuenta Elmsley se llama así por ser el nombre que usaba Vernon, pues Elmsley la bautizó como “la cuenta fantasma»). Ahora que él ha fallecido, para los estudiosos de su obra, nos es difícil profundizar mucho más allá del trabajo que realizó Stephen Minch en sus libros, pues apenas hay conocimiento de sus otros trabajos.

Existe un “underground» de magos geniales de difícil acceso, pero que precisamente por esa convicción y seguridad en su talento, están rodeados de un “halo» de misticismo que los hacen en realidad famosos y conocidos para el mundillo (Persi Diaconis, Luis García en otro tiempo”¦). Sin embargo, hay nombres como el propio Elmsley, Nick Trost, y seguro que muchos desconocidos más, a los que no se da la importancia que se merecen, probablemente porque su modestia les ha impedido que ellos mismos se la den.

Así que por un lado, como dije al inicio, necesito más humildad en la magia, pero al mismo tiempo, soy consciente de que la misma no debe impedir la expresión de las ideas y personalidades de cada uno. Escribir estas páginas ya es una gran muestra de mi falta de humildad, pues he considerado lo que en ellas cuento lo bastante interesante como para dedicar tiempo para escribirlo.

Y es así como inicio esta serie de ensayos, en los que cuando escriba “hay que hacer» o “se debe hacer», debe entenderse “Woody hace». Serán escritos para mí mismo y para quien desee conocerme. Eso si, humildemente, y sin darles más importancia de la que tienen: los pensamientos de un joven de 30 años que ama, apasionadamente, la magia.

Woody

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