Todo en su cabeza

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Gerry McCambridge, «el mentalista», ofrece a su audiencia 25.000 dólares si pueden probar que algunos de los espectadores ha tenido un pacto previo o coopera de alguna forma en la rutina de lectura mental del afamado ilusionista.

Gerry McCambridge siempre le dice a su audiencia que es «un estudiante de la naturaleza humana» quien disfruta sentarse en un centro comercial por horas estudiando a la gente y su comportamiento. Y al parecer, ésto es verdad. Al día siguiente nos encontramos con el mentalista en el centro comercial «Fashion show» y vimos que realmente se toma en serio el hecho de estudiar a su público, al encontrarlo en un stand de ventas de entradas a los shows de Las Vegas observando qué tipo de gente es la que elige ir a sus funciones.

«Esto es show business. Son dos palabras. El show ya está armado, ahora estoy profundizando la segunda palabra.» McCambridge dice que viene haciendo este show por los últimos 30 años pero siempre para fiestas privadas en corporaciones o particulares. «Esto es todo nuevo para mí», dice sobre el negocio que rodea su show.

McCambridge ha tratado de encontrar el secreto del éxito de Las Vegas desde julio del año pasado, cuando comenzó a estudiar la posibilidad mientras actuaba en el Rampart Casino. Los locales nos cuentan acerca de sus actos increíbles de lectura mental, un nicho específico que lo separa de la magia estándar de Las Vegas.

«El mayor problema que tengo es atraer a las personas. Traigan a la gente y yo la voy a entretener», dice el ilusionista que ha podido tomar a un extraño de entre la audiencia para adivinar el nombre de su primer amor para luego producir el nombre de esa persona (Jason) y sacarlo de un sobre sellado guardado en su chaqueta.

El acto de McCambridge se las ingenia para atraer a una audiencia muy variada y mantenerla en el borde de sus asientos, incluso en la era de la Internet inalámbrica y los especiales de TV que revelan los trucos de magia más tradicionales. Pero ha tenido una ardua tarea explicando que no es ni un mago convencional ni un psíquico que puede contactar al mundo espiritual. Él prefiere decir, en cambio, que puede «caminar el límite entre la ilusión y la intuición. Con esto admito que hago un poco de uso de las dos cosas».
«Puedes irte de mi show diciendo: son todos trucos, pero de los buenos; o puedes irte pensando: este hombre realmente lo puede hacer, no sé cómo pero lo hace. En ambos casos yo gano.»

Para su acto de apertura McCambridge hace que un miembro de la audiencia elija al azar un número telefónico de las Páginas Blancas. Sorprendemente, los siete dígitos de ese número también se pueden encontrar en los sobres cerrados dados con anterioridad a otros siete miembros de la audiencia. El sentido común nos dice que los números estaban en los sobres antes de comenzar. Eso significa que seguramente cuando vuelvas a tu casa vas a chequear el número en tu guía telefónica y verás en la tercera columna de la página 72 de la guía telefónica de Las Vegas un número que difiere al que se dijo en el escenario. Pero ¿cómo logró el mentalista que la mujer de la audiencia lo dijera?

McCambridge no fue siempre «el mentalista». El neoyorkino dice que invirtió mucho de su niñez aprendiendo otros géneros de la magia tradicional, desde el escapismo al ilusionismo, y ya tenía un show completo de ilusionismo armado a los 15 años. Pero el malestar que le causaba viajar a por todo el país lo motivó a vender su vasta colección de trucos y focalizarse en la parte del show que podría caber en su maletín para empezar a viajar en avión.

Su gran punto de inflexión sucedió luego de que Jeff Zucker, ex presidente del departamento de entretenimientos de la NBC, lo invitara a actuar en cuatro fiestas privadas. Eso lo condujo a un especial de la NBC en el 2004 en el que McCambridge actuó de productor ejecutivo.
Pero él reconoce los obstáculos que todavía tiene en el camino hacia la fama en Las Vegas. «Tengo el acto menos visual en el mercado», dice. O, como le cuenta a su audiencia, «no hay nada para ver, todo el show ocurre en sus mentes».
Y también existe el hecho de la falta de un punto de referencia. Danny Gans también encontró la fuente del oro en el círculo corporativo al actualizar el acto de Rich Little para jóvenes que ya no apreciaban tanto las actuaciones de Kirk Douglas o Burt Lancaster. El referente de McCambridge sería el increíble Kreskin. Pero no ve como punto de referencia útil a un mago de 71 años con un borderau de menos de 20 personas, y con un show que dista bastante de sus habilidades.
«Yo solía ver a Kreskin cuando era niño en los shows de TV. El final de la rutina era increíble, pero los cinco minutos previos eran demasiado aburridos. Pensaba que debía haber una forma de entretener al público desde el principio hasta el final, por lo que empecé a estudiar comedia stand-up. Entonces Kreskin se convirtió en mi punto de referencia negativo, en lo que no debía hacer.»

Si se pudiera dar vuelta la torta y leer la mente de McCambridge, descubriríamos que él añora un hotel con estilo como el Bellagio con un teatro para 350 personas, donde pudiera ser «una alternativa más económica» a los caros shows como el de «O».
Si no es así, él dice que también disfrutaría de Las Vegas como campo base para estar con tres de sus seis hijos (tres del matrimonio anterior viven en otro estado) entre fiestas corporativas. El mentalista dice: «sólo soy una persona que busca hacer su vida y encontrar mi próxima propiedad».

Fuente: Extractado de un artículo aparecido en

Ver la noticia sobre este mismo evento, publicada en el Diario de Álava el 28 de agosto

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